LA VIDA CON YOGUI BHAJAN-EL BOOGIE DEL OMBLIGO
La bailarina de
vientre iba de una mesa a otra sacudiendo su ombligo de formas que nunca había
visto antes. Recuerden, sólo soy un tipo estadounidense que decidió
buscar a Dios. Cuando era joven sólo había un restaurant oriental
operando en San Luis, y definitivamente, no tenía bailarinas del vientre.
Sólo veíamos a una de esas bailarinas en el cine o tal vez en la
televisión. Los Ángeles definitivamente no era como San Luis.
Era una tarde de primavera de 1988 y acabábamos de llegar desde el Ashram a Preuss Road a un nuevo y elegante restaurant oriental localizado en el distrito museo, aproximadamente a diez minutos de ahí. Nuestro anfitrión nos había invitado a este hermoso restaurant algunos meses antes, y ahora estábamos de regreso para celebrar el cumpleaños de su suegro. Nuestro anfitrión era cálido y entretenido.
Me estacioné frente al restaurant y el valet parking abrió la puerta para que saliera el Siri Singh Sahib, Yogui Bhajan. Yo me bajé del auto y lo rodeé para ayudar al maestro a bajar. Extendí mi mano derecha, como siempre lo hacía, para que el maestro lo tomara y pudiera bajar con facilidad. Nos dirigimos a la fiesta.
Uno tras otro los platillos llegaron; la comida estaba deliciosa. Algunos platillos que se sirvieron ahí eran únicos, nunca los había visto antes y no solamente fueron una nueva experiencia, sino que estaban maravillosamente sabrosos. Luego, entre nuestro último platillo y el postre, la bailarina del vientre apareció de la nada. Miré hacia nuestro grupo y pude ver en sus caras sus diferentes expresiones. Evidentemente ellos no estaban familiarizados con esa costumbre y estaban tan lejos de San Luis como yo. No quiero decir que el show era obsceno o fuera de lugar, sólo que era diferente y un poco inquietante. Sucedió que junto con el Maestro estábamos varios hombres y como diez mujeres; todos viendo a la dama sacudir su vientre expuesto. Pero inmediatamente todos miramos al Maestro para ver cómo estaba reaccionando, después de todo, él siempre era alguien a quien seguir.
El Maestro lo estaba disfrutando, era un invitado con gracia. Pero la verdadera prueba estaba por venir. Naturalmente, la bailarina fue directamente a bailar frente a él moviendo exageradamente su vientre. Todos los ojos estaban fijos en él, no en ella. ¿Cómo reaccionaría ante esta exhibición? Bueno, él simplemente no reaccionó. Se sentó graciosamente hasta que la bailarina, compadeciéndose, se movió hacia otra mesa.
Ya había estado en Paris mientras acompañaba al Maestro, y todos sabemos todo lo que se puede ver ahí; estuvimos en España y vimos corridas de toros en Barcelona y baile flamenco en Granada; había tenido oportunidad de verlo en muchos otros lugares y situaciones. Pero esto había ocurrido justo en nuestra cara, íntimo y personal. No hubo tiempo para prepararse, no hubo tiempo de evitarlo. No hubo tiempo de discutirlo, no hubo tiempo para retirarse. Ahí estábamos y ¿qué podíamos haber hecho? Después de todo, éramos muy visibles con nuestra Bana y todos los demás ojos en el restaurante estaban puestos en nosotros. ¿Cómo actúan las personas espirituales en este ambiente?
El Maestro siempre actuaba magníficamente en situaciones como esta. Es por eso que él es el Maestro. El sólo sonrió y aplaudió. Esta fue otra oportunidad de aprender y crecer. Vi cómo actúo, pero aún no comprendía porqué. Normalmente él dejaba que yo descifrara las situaciones como esta; rara vez le preguntaba por qué había hecho algo. Normalmente podía descifrar por qué actuaba de cierta forma después de concentrarme en ella por un tiempo. Algunas veces, esa concentración me tomó años para que pudiera entender. Esta vez no pude esperar.
De regreso a casa me dirigí al Maestro y le pregunté, “¿Actuamos apropiadamente?” Por supuesto a lo que me refería era a ¿por qué actuaste de esa forma? “Bueno, hijo” dijo el Maestro. “La vida se trata de ayudar, no de herir. Sí, tal vez fue insensible bailar frente a nosotros como ella lo hizo, pero ella y nuestros anfitriones no lo sabían. No conocen nuestras costumbres. Nuestro anfitrión de verdad creyó que nos estaba brindando entretenimiento. Nosotros no somos su maestro. Son nuestros amigos. Podemos lidiar con eso. Nosotros somos los adultos. Cubriremos la gracia de todos, no hay daño, no hay falta.” Eso lo dijo todo, nuestra tolerancia debe ser ilimitada.
Una vez más el Maestro tenía razón. Nuestra gracia no debe ser retada por nada ni por nadie. Esta lección no se trataba de ellos, se trataba de nosotros. ¿Podemos mantener nuestra gracia en toda circunstancia? En perspectiva, esta fue una prueba fácil que me preparó para muchas otras circunstancias retadoras en la vida. Quién lo habría pensado, una Sadhana bailarina del vientre.
En Humildad de Servicio,
MSS Hari Jiwan Singh Khalsa
Traducción
de: Satguru Singh
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